La belleza de aprender

 

Ha pasado poco más de un año desde el esparcimiento masivo de la popular “inteligencia artificial” o IA. Durante todo el 2023, se escucharon noticias de desesperación y pánico sobre los riesgos o el “peligro” de esta nueva tecnología, aunque también estuvieron aquellos que la recibieron con brazos abiertos, pero su optimismo no ha sido muy convincente para las personas alarmadas.

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Así pues, hasta el día de hoy, el panorama sigue casi igual, por un lado, los angustiados y, por el otro, los entusiastas (claro, esto es más un espectro de opiniones); pero no hay mejor espacio en donde la situación sea tan clara como en la educación, ya que los primeros en identificar un uso conveniente de la IA, con los generadores de texto por ejemplo, fueron los alumnos, quienes pudieron comprender su potencial para agilizar sus tareas.

Por lo cual, ante los eufóricos estudiantes, hubo profesores que se alarmaron por posibles problemas de aprendizaje e integridad académica que este cambio podría significar.

Por lo tanto, claramente se puede apreciar cómo contrastan la respuesta de los alegres alumnos con la de los preocupados profesores. Además, a pesar de que ambos lados tienen sus justificadas razones para reaccionar a su manera, no logran apreciar lo que hay al centro de todas las “tareas” que podrían ser reemplazadas.

Tal vez esto se debe a que los maestros tienden a ser víctimas de la rutina y la tradición, porque “así es como debería de hacerse, ya que siempre ha sido así”. Asimismo, los alumnos son vulnerables a generar una idea del tipo: “el profesor sólo busca irritarnos”. Sin embargo, lo que olvidan al pensar de esas formas es el papel más importante que tiene la educación: el de enseñar la belleza de aprender.

Siempre nos olvidamos que ese es el ideal detrás de toda la educación moderna, enseñamos el conocimiento recopilado por la humanidad; primeramente por el valor que ese conocimiento en sí mismo posee, porque sin importar la utilidad que le pueda brindar al estudiante el poder escribir y redactar, la parte más esencial de enseñar tal habilidad es regalar a las personas la libertad de poder expresar sus propios pensamientos e ideas.

En otras palabras, enseñar a escribir es obsequiarle a alguien el poder de perderse en mundos de su propia creación, comunicar mensajes que pueden salvar vidas, debatir prejuicios sociales, anotar datos de un experimento, entre tantos otros hermosos usos.

¡Cómo podemos olvidar por qué el teorema de Pitágoras aparece en los temarios de matemáticas! Puesto que la razón principal de transmitir ese conocimiento de generación en generación es porque a2+b2=c2, es sencillamente una idea hermosa, con un grado de belleza comparable a la música de Mozart o las pinturas de Van Gogh.

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Ya que los mismos pitagóricos así lo pensaron cuando descubrieron el famoso teorema, la armonía matemática de la ecuación fue su motivación para enseñarla a los jóvenes en la antigua Grecia.

De una forma similar sucede con cualquier otro tema, desde la ley de la gravedad, pasando por Frankenstein, hasta llegar a la batalla de Waterloo; todas son en primer lugar conocimiento valioso por sí mismo, por su belleza.

Por eso estoy convencido de que el ser humano, como criatura curiosa que es, por naturaleza, desea aprender, porque incluso el alumno más problemático, al escuchar sobre su futbolista preferido o su canción favorita, estaría dispuesto a escucharte.

No importa la materia, ya sea pintura o deportes, álgebra o literatura, siempre es constante el deseo de enseñar y aprender técnicas, datos, hechos e ideas. Por ende, el objetivo que debería reinar en el mundo de la educación, ahora que se necesita replantear los métodos de docencia por la llegada de la inteligencia artificial, es enseñar la belleza de aprender, ya que la búsqueda de conocimiento es un fin en sí mismo.

Es justo por eso que hacemos las cartulinas de la conquista de América, el ensayo sobre Cien años de soledad o el problema de trigonometría. Es debido a este ideal, que no es relevante si el estudiante o un robot hizo la cartulina, el ensayo o el problema, porque lo primordial es que el alumno haya aprendido sobre el tema y sepa cómo aprender por su cuenta usando la metodología de dicha actividad.

la belleza de aprender

Porque no importa la tarea en sí, sino que la persona pueda realizarla sin que se lo pidan, sólo por el gusto y la libertad de conocer algo nuevo… sólo por la belleza de aprender.