Escuchar a los niños, niñas y jóvenes estudiantes
Al analizar las consecuencias del cierre de las escuelas y del desarrollo de la educación remota a causa de la pandemia, los expertos en pedagogía y psicopedagogía señalan que es primordial poner en el centro de las preocupaciones a los educandos; para lograrlo, insisten, debemos escuchar a los niños, niñas y jóvenes estudiantes.
La escuela supone una infinidad de ventajas para los chicos y chicas. Es donde aumentan sus destrezas y tienen la posibilidad de crecer de manera personal, emocional y social, y si además puede ser divertida, lo más significativo es que desarrolla sus habilidades y conciencia social junto con sus capacidades y aptitudes. (Javier Cifuentes-Faura).
Sin la escuela, los estudiantes no tienen la posibilidad de jugar en el recreo, de pasar el tiempo con sus amigos o de realizar las actividades de ocio habituales, y se ven privados de la mayor parte de su interacción social, la cual está reducida en la actualidad al contacto familiar.
“¿Podríamos hablar de algo más que no sea coronavirus, por favor? Me da miedo”, comentó Sarah Gillivray Corpi, de 7 años, en su casa de Alvarado, Veracruz. A principios de la pandemia, su bisabuela murió por COVID y Sarah se dio cuenta de lo peligroso que era el virus, aunque no entendía que se trataba de una amenaza microscópica. (“Ser niño en Pandemia”. Quinto Elemento Lab).
Según un estudio de Save the Children, el 65% de los niños a escala mundial está padeciendo aburrimiento o aislamiento como producto de la pandemia, y uno de cada cuatro está sufriendo ansiedad.
En la Ciudad de México, Itzel Martínez de 10 años, junto con sus hermanas Zuria y Adhara de 5 y 3, respectivamente, tuvieron mucho miedo cuando empezó la pandemia. Su padre se aisló un mes porque pensaba que en su último viaje se había contagiado, así que la única comunicación que tenían era por videollamada.
Itzel dice que “se siente estresada sin poder salir a ningún lado. Además, cada vez hay más casos en la ciudad y da mucho miedo perder a alguien que quieres”. Cuando juegan en la azotea, las dos más pequeñas preguntan si algún día podrán volver a salir (El Diario, septiembre 2020).
Brisa Francisco Rojas, de 17 años, del municipio de Axtla, San Luis Potosí, llevó sus clases de prepa por WhatsApp. Por esa aplicación recibía los ejercicios de todas sus asignaturas, una ventaja con la que no contaron muchos de sus compañeros que no tienen Internet en casa. Tuvo su graduación, pero no hubo vestido ni fiesta, todo transcurrió en una pantalla.
Al igual que Brisa, Daniela Aguilar Sánches, de 18 años, quien vive en otro poblado de Axtla, culminó el último año de bachillerato a través de la pantalla. Recibía clases, tareas y demás mensajes vía WhatsApp y la plataforma Classroom de Google, aunque dice que algunos profesores no sabían usarla y les costó aprender a comunicarse y enseñarles por ahí (Ibid).
La imposibilidad de mantener relaciones de amistad durante este tiempo de confinamiento, puede afectar a los infantes y jóvenes estudiantes psicológicamente, y llevar a algunos de ellos a sentirse más aislados que otros.
Juan Carlos Yáñez Velazco, pedagogo de la Universidad de Colima, convocó a través de Facebook a que padres preguntaran a sus niñas y niños —de primaria y secundaria— qué opinan de la manera en que cursan el año escolar. (“Aprender en casa: opiniones de niñas y niños”. Nexos).
¿Qué les parece la idea de estudiar en casa? ¿Les gusta? ¿Qué no les gusta? ¿Qué cambiarían? ¿Tendría que terminar ya el ciclo escolar?, fueron las preguntas.
- Agustín, estudiante de tercero de secundaria, comenta: “la SEP la tiene demasiado difícil en esta situación, la verdad no querría estar en sus zapatos”.
- Jesús, desde el Estado de México, confiesa que ve los programas en televisión y le gustan. También le sirve porque practica el autoestudio.
- Una niña de Manzanillo solicita que “sólo sean tres días de clase”. Por otro lado, Diana, de secundaria, prefiere no proponer nada porque no sirve, “nunca les hacen caso”.
- Pablo propone cancelar ya y practicar actividades como dictado, lecturas y tablas de multiplicar.
- Xitlali pide que la dejen explorar mejor los insectos en su jardín o leer cuentos. También se preocupa porque en la escuela no hay jabón ni gel, no usarían cubrebocas, ni guardarían la distancia.
- Tania, de tercero de primaria, propone usar lentes 3D, porque sería más divertido.
- Una niña de preescolar, con pocas tareas, quiere más porque es divertido. “Que la escuela sea como antes”, clama.
- La señora Mónica cuenta que dos de sus hijos, de segundo y quinto grado, están felices —pero al de primer año no le gusta. Y están en su casa, en el mismo ambiente, con la misma escuela.
- Otros niños dicen que es un buen intento, una manera de suplir, pero mejorable. A otros les gusta “más o menos”.
Entre las conclusiones generales de esta indagación de Yáñez Velazco destacan las siguientes:
A la mayoría no le gusta estudiar en casa. Se aburren, se cansan, hay pocos recesos entre clases, abundan actividades irrelevantes, no son dinámicas, existen limitaciones para preguntar y no tienen retroalimentación; hay maestros enojones. “Ver videos y que te pidan opiniones —dice uno— no es interesante”.
La experiencia de aprender en casa es vivida de forma heterogénea. No se puede afirmar tajantemente en una u otra dirección.
Se marcan diferencias entre primaria y secundaria. La secundaria es más diversa en percepciones: con algunos profesores es más fácil aprender; con otros, muy complicado, porque sólo mandan instrucciones.
La valoración del trabajo de los maestros es desigual, y aquí encontramos una de las primeras ideas relevantes para una formulación hipotética: el programa tendrá más probabilidades de éxito (o menos de fracaso) cuanto mayor sea la disposición y responsabilidad docente.
El programa a distancia les gusta por varias razones: porque no deben viajar a la escuela, despiertan más tarde, están con mamá para darles el desayuno y apoyarles, la plataforma de Classroom ayuda a organizar tareas, no hay uniformes y no tienen ceremonias cívicas.
Desde el frente de la psicopedagogía, varios expertos han hecho planteamientos a los que hay que atender para enfrentar esta situación.
La psicóloga Rosa Sánchez recomienda escuchar a los niños con verdadero interés por lo que comunican y por su forma de experimentar el entorno. Permitir que expresen sus emociones, ya sean agradables o desagradables, para que puedan normalizar lo que sienten y favorecer que se sientan seguros y protegidos por nosotros sin invalidarlos.
“Para los adultos es todo un regalo aprender de esta mirada mucho más abierta que tienen los niños, una mirada mucho más creativa. Es una lección para los adultos de cómo pasar de la queja a la creatividad” (El País).
Para Sonia Martínez, el problema reside en que, como adultos, no acostumbramos a ponernos en el lugar de los niños: “Pensamos que ellos piensan y sienten igual que nosotros, y esto no es así. Hemos adelantado preocupaciones que los niños no iban a tener. Sólo preguntándoles por su visión nos hubiésemos dado cuenta de esto y nos habríamos ahorrado mucho tiempo de malestar” (El País).
Destaca, además, la capacidad de los pequeños para centrarse en lo que sí pueden hacer, para ilusionarse y para saber sacar partido a las situaciones, incluso en tiempos de la COVID-19:
La actitud de los niños es inteligente y resiliente. Se centran en lo que pueden ver, sentir o hacer ahora, y no tanto en lo que pasará en el futuro. Sueñan, se ilusionan, se plantean pequeñas metas y ven la vida como un juego. A todo eso nos enseñan ellos”.
A su vez, Máximo Peña concluye que “la capacidad de adaptación de los niños es casi ilimitada. Su cerebro tiene mayor plasticidad que el de los adultos, lo que se traduce en una mayor resiliencia” (El País).
Finalmente, el testimonio de un adolescente de Los Ángeles, California, sobre su modo de vivir la pandemia (LA Times):
Jennifer Ruiz Lucio, de 13 años, Los Ángeles, CA: “El 13 de marzo fue una mañana bonita y como siempre me levanté muy contenta para ir a la escuela. Llegué y entré a mi primera clase. En ese momento hubo un anuncio de que teníamos que cerrar la escuela. No lo podía creer, porque la voz hablaba de un virus llamado COVID-19. Mis compañeros y yo nos sentimos muy tristes porque este año nos graduábamos de octavo grado. Teníamos muchos planes para nuestra graduación. Nuestro sueño se canceló. Aún así, todos estos días que he estado en casa me han servido para reflexionar sobre muchas cosas que no había pensado antes. Pero me aburro un poco porque no puedo salir a la calle”.
Con información de:
—“Consecuencias en los Niños del Cierre de Escuelas por Covid-19” / Javier Cifuentes-Faura (2020).
https://revistas.uam.es/riejs/article/view/122
—“Ser niño en pandemia…”. / Quinto Elemento Lab. (2020)
https://www.eldiario.es/internacional/nino-pandemia-hablar-no-sea-coronavirus_130_6243041.html
—“Children at risk of lasting psychological distress…”. (mayo, 2020)
https://www.savethechildren.net/news/
—Aprender en casa: opiniones”. J.C. Yáñez V. Nexos (mayo, 2020)
https://educacion.nexos.com.mx/?p=2314
—“Niños y niñas de Bolivia viven la pandemia…”
https://www.educo.org/Blog/Ninos-Bolivia-como-viven-covid-19
—“Testimonios de la pandemia: los niños…” Alejandra Vega. NY Times en español (abril, 2020).
https://www.latimes.com/espanol/california/articulo/2020-04-21/
—“La capacidad de adaptación de los niños en tiempos de la covid…” El País, (octubre, 2020)
https://elpais.com/mamas-papas/2020-10-19/adultos.html