Ser docentes en tiempos de pandemia

El reto de la educación a distancia

¿Cómo habríamos enfrentado la pandemia del Covid-19 sin el mundo digital, sin las redes sociales o sin la información? En el rubro de la educación en México, ¿cómo hemos enfrentado el ser docentes en tiempos de pandemia?

Imaginemos el panorama de la pandemia del Covid-19 sin Internet: incluso con los ordenadores personales, la comunicación habría sido totalmente diferente, al igual que la participación activa de la sociedad desde sus diferentes frentes.

Desde esta perspectiva, parece que lo matérico sucumbe frente a lo digital, aunque en términos reales, podríamos decir que desde hace algunos años se ha dado una cierta coexistencia, donde lo presencial ya no se concibe sin lo virtual.

En esta crisis global de salud, lo virtual fue fundamental para apoyar a aquellos sectores que fueron trastocados por la contingencia: la organización social, el comercio, trabajo, ocio y, por supuesto, el ámbito educativo; áreas que fueron, por decirlo de algún modo, “rescatadas” desde la pantalla de nuestros dispositivos.

Las circunstancias han dejado claro que en la crisis sanitaria, la tecnología reforzó muchas de nuestras actividades esenciales, y nos ha permitido vivir en confinamiento sin estarlo del todo. En el caso específico de la educación, ha quedado también de manifiesto la enorme urgencia de verdaderas estrategias y programas de educación a distancia, desde las universidades hasta la educación básica.

Ser docentes en tiempos de pandemia

Aunque el uso de soportes digitales en educación no es nuevo, su aplicación se ha dado con lentitud y de manera orgánica, a causa, principalmente, de las desigualdades y las deficiencias en las políticas educativas en México y otros países de América Latina.

Es evidente que existe una falta de coordinación y planeación de gobiernos, escuelas y padres de familia, lo que revela el largo camino por recorrer, tanto en lo estructural y técnico como en lo pedagógico, en una transición hacia lo digital que permita organizar y desarrollar procesos para proveer una educación a distancia realmente efectiva.

Esto sin olvidar el viraje conceptual al que la educación también debe adecuarse, en cuanto al desarrollo de habilidades y objetos de estudio, para que realmente prepare a los alumnos a enfrentar positivamente los retos del futuro de un mundo en constante cambio.

Cabe añadir que, por la urgencia de la contingencia sanitaria, esta transición a lo digital, en la mayoría de los casos, se ha tenido que efectuar de manera apresurada y poco planeada, lo que ha dado como resultado que muchos docentes se vean altamente presionados y envueltos en situaciones complejas al intentar “traducir” procesos educativos al ámbito virtual.

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Si bien en algunos casos esto ha impulsado en docentes y alumnos el desarrollo de ciertas habilidades creativas y asertivas, aquellos que han pretendido apegarse a estrategias diseñadas para ser presenciales, están enfrentando grandes dificultades técnicas y pedagógicas al tratar de “encajar” esos programas en un formato a distancia.

Está demostrado que el trabajo educativo en línea no debe limitarse sólo a lecturas, videos, textos y alguna conferencia virtual. Es necesario establecer modelos de aprendizaje innovadores que retengan el interés de los alumnos, establezcan una comunicación asertiva, fomenten la experiencia didáctica y lleven a la aplicación del conocimiento adquirido. Es decir, donde el alumno tenga un participación más activa y el docente tome el rol de facilitador y guía.

Aunado a esto, en cuanto a la educación básica, hay otras variables, quizá no fundamentales, pero sí importantes para el proceso de educación a distancia de niñas y niños: el acompañamiento de los padres o hermanos mayores, la asignación de horarios fijos y el establecimiento de un espacio físico, donde se realizará la dinámica de aprendizaje, el cual debe tener ciertas características, adecuaciones y evitar distractores externos.

Los casos de éxito de quienes llevan tiempo trabajando en educación a distancia, son muestra de la importancia de los elementos anteriores, así como de la redefinición de roles, hábitos y objetivos.

Otro factor de interés en esta transición es, sin lugar a duda, el tema de la Ciudadanía digital, la seguridad de datos y la privacidad de los niñas y niños, ya que es una realidad la filtración de datos a partir del uso de plataformas de comunicación virtual. De no tomarse las medidas necesarias, como controles parentales, comunicación cifrada y supervisión de tutor o guía, se puede exponer a los menores a cierta vulnerabilidad.

Dada la complejidad de los aspectos anteriores para la implementación de un eficaz sistema de educación en línea, muchos ministerios y secretarías de educación en varios países se han visto excepcionalmente orillados a aprobar a todos los alumnos en este ciclo escolar, sobre todo a los de educación básica.

Si bien es cierto que este paliativo puede menguar en alguna medida la presión hacia alumnos y docentes, la coyuntura es un buen momento para enfatizar y reubicar como prioridades el replanteamiento de los objetivos, las metodologías educativas y el enfoque pedagógico en general.

A partir de ahora, será necesario contar de manera permanente con la tecnología como aliada, no solamente como una herramienta de apoyo, sino como parte esencial en el nuevo enfoque educativo, orientado al desarrollo de colectividad y a adquirir nuevas habilidades, conocimientos y formas de aprendizaje para afrontar las problemáticas de un futuro cambiante.

Ser docentes en tiempos de pandemia
El nuevo docente

Bajo la perspectiva anterior, se hace imprescindible transformar y/o potenciar las habilidades docentes. Para empezar, la organización vertical y la transmisión de conocimientos de manera unilateral ya no son suficientes. Desde un enfoque actual, el nuevo docente tendrá que desarrollar, entre otras, las siguientes habilidades:

  • Transformación. Tener como mayor propósito enriquecer la vida de sus alumnos a través del conocimiento y sus propias experiencias.
  • Creatividad. El guía debe desarrollar formas creativas para conectar y colaborar con su equipo.
  • Colaboración. El nuevo docente debe ser consciente de sí mismo y del entorno en el que vive, y desarrollar y transmitir su sentido de responsabilidad para propiciar que sus estudiantes se conviertan en agentes de cambio.
  • Tecnológica. Es imperioso el uso y actualización constante de la tecnología educativa. Ya que, más que un complemento, debe convertirse en un aliado necesario para alcanzar los objetivos en un nuevo enfoque educativo.
  • Resiliencia. Los cambios sociopolíticos y culturales están a la orden del día, y resulta obsoleto pensar en conocimientos y estrategias estáticas. Es necesario aprender a adaptarse a nuevos retos y situaciones sin perder el objetivo. Quienes no puedan lidiar con la incertidumbre o adaptarse rápidamente a las circunstancias, y sobre todo sacarles partido para motivar a sus equipos de trabajo, tendrán mayores dificultades.
  • Asertividad. Es de suma importancia que los docentes, como guías y facilitadores, nunca pierdan la comunicación con sus alumnos (ya que existen los medios para mantenerla). Muchas organizaciones y empresas de tecnología sustentan su éxito en el acompañamiento a sus clientes e interlocutores, y la educación a distancia no es la excepción. Los estudiantes deben sentirse en todo momento acompañados, saber que hay alguien del otro lado de la pantalla que se puede comunicar con ellos asertivamente y despejar toda inquietud o duda.

En síntesis, esta pandemia nos ha demostrado que aún falta un largo camino de definiciones y discusiones en torno a los usos de la tecnología en nuestras vidas y en específico en el ámbito educativo.

El gran reto ahora es encontrar los matices, trabajar en redefinir objetivos y metodologías para las necesidades de un nuevo mundo y, por supuesto, usar las herramientas tecnológicas siempre en la dirección correcta.